El concurso de velocidad
Los elfos estaban muy emocionados por el concurso. La tarde anterior, todos estaban muy ocupados haciendo planes para construir el mejor robot en 15 minutos. Algunos se daban cuenta lo difícil que iba a ser, así que se desanimaron y dieron por vencidos.
Otros seguían pensando en la mejor forma para hacerlo hasta tarde en la noche.
Temprano en la mañana, cinco elfos aparecieron para participar del concurso. Otros cinco elfos se unieron al pequeño grupo para mirar la competencia. El elfo rubio comenzó a ponerse nervioso pero intentó ocultarlo alardeando de sus habilidades.
“¿Están seguros que quieren competir conmigo? ¡No se olviden que tendrán que escribir una canción en mi honor!”
“Estás equivocado”, contestó el elfo de cabello oscuro. “¡La canción será en mi honor!”
Uno de los elfos comenzó el minutero y el concurso comenzó. Los cinco participantes corrieron alrededor del taller a toda velocidad para agarrar todo el equipo que necesitaban para construir sus robots. Iban tan rápido que se armó una nube de polvo, impidiéndole a los espectadores ver lo que estaban haciendo. El elfo rubio logró armar partes que de a poco comenzaron a lucir como un robot, pero su robot se negaba a hablar o caminar. Intentó usar algo de magia para darle vida, pero como estaba tan apresurado, su fórmula mágica no funcionó y el robot colapsó en el piso.
Mientras tanto, el elfo de cabello rizado intentando ensamblar las piezas tan rápido como podía, hizo que su robot se prendiera fuego. ¡Inclusive se quemó unos mechones de su propio pelo!
Los cinco elfos seguían cometiendo errores, tratando de terminar su robot en 15 minutos. El taller era un desorden y olía muy mal por el humo que estaba flotando en el aire.
Justo cuando el concurso estaba por terminar, una mano grande paró el minutero.
Perplejos, los elfos se pararon derechos y se voltearon despacio hacia el minutero.
¡Santa había llegado al taller y se veía muy decepcionado!
“¿Alguien me puede explicar qué está sucediendo aquí?”, preguntó Santa.
Todos los ojos se voltearon a ver al elfo rubio.
“Estamos haciendo un concurso”, explicó nervioso.
“¡Un concurso! ¿Y qué tipo de concurso?”, preguntó Santa.
“Queríamos ver quien podía hacer el mejor robot en 15 minutos.”
“¿Y creíste que era una buena razón para dar vuelta todo mi taller?”
“Si, creímos que era muy importante para ser un elfo artero, ser muy rápido”, respondió
el elfo rubio. “Uno tiene que trabajar muy rápido para construir todo los juguetes para Navidad a tiempo.”
Santa examinó las cinco estructuras sin forma creadas por los elfos. ¡Estaban tan mal hechas que era difícil darse cuenta que suponían ser robots! El silencio inundó el taller.
Solo las botas de Santa se podían escuchar mientras caminaba observando los trabajos fallidos.
“Es verdad que la velocidad importa si trabajas como artero”, dijo Santa “¿Pero vale la pena apresurarlo y obtener resultados mediocres? Miren, los materiales que usaron son
ahora un desperdicio.”
El tono de regaño de Santa hizo que los elfos sintieran lastima y culpa. Miraron al piso, avergonzados. Santa vio que realmente lo lamentaban y suavizó su tono de voz.
“Sus maestros arteros les dijeron que la velocidad viene con la experiencia. Todavía son jóvenes. Lo más importante ahora es desarrollar y cultivar sus talentos. Tendrán un mejor control de la magia con el tiempo. Sean pacientes.”
Al darse cuenta que Santa no estaba realmente enojado, el elfo rubio lo miró con gratitud.
“Y no sean pretenciosos”, dijo Santa, mirándolo directo a los ojos. “Cada uno de ustedes tiene su propias metas y también comparten metas en común. ¿Saben cuál es esa meta?”, preguntó Santa.
Los elfos contestaron al unísono. “¡Hacer a todos los niños felices, Santa!”
Santa asintió satisfecho.
“¡Ahora, a limpiar! Abran las ventanas para que entre el aire fresco. ¡Huele a humo!
¡Sus cerebritos deben de haberse sobrecalentado! ¡Jo, jo, jo!”
Santa se fue del taller mientras los elfos limpiaban el desorden que habían hecho.
“¿Apostamos que limpio más rápido que tú?”, dijo el elfo de cabello rojo embromando al elfo rubio.
“¡Nunca más voy a apostar!”, respondió el elfo rubio, mientras aprendió su lección. “¡Y te puedo asegurar que me voy a tomar el tiempo para limpiar bien el taller y sacarle brillo!”