Senöki el búho de Navidad (2/2)
El pequeño Senöki sabía que era extraño que un búho tuviera miedo a la oscuridad. Después de todo, ¡ven tan bien en la noche! No estaba seguro de qué lo había causado, pero como su familia lo dejó solo en el nido varias noches para irse a trabajar, la noche lo fue poniendo más y más nervioso. Cada sonido extraño era tenebroso, cada sombra extraña le daba miedo
Una noche decidió que había sido suficiente y que seguiría a su familia cuando se fueran a trabajar a altas horas de la madrugada con los duendes Holhooja. Los dejó alejarse un poco para que no lo vieran y luego voló tras ellos con toda su fuerza, aunque el bosque oscuro era aterrador.
Todo iba bien hasta que una ráfaga de viento surgió de la nada y desvió al pequeño búho. Para cuando se recuperó, ¡no pudo encontrar a su familia por ningún lado! De pronto, todo pareció más tenebroso y oscuro.
Una rama se partió y el pobre búho salió volando de miedo, sin saber con certeza si iba en la dirección correcta. Luego, unas ramas se movieron repentinamente en la noche e hicieron un repiqueteo terrorífico. Cada ruido nuevo asustó más a Senöki, que se desorientó en el bosque oscuro.
De pronto, percibió una luz a la distancia y voló hacia ella con toda su fuerza. Qué alivio, ¡la luz venía de una de las cabañas de los Holhooja!
Voló directo adentro y se escondió en un rincón, para la sorpresa de la Holhooja Kara, que estaba trabajando en el equipo de un reno.
“¡Ay, ay, ay! ¿Qué te pasó, pequeñito?” Kara se acercó rápidamente al pequeño búho para revisarlo.
Cuando se hubo calmado, Senöki pudo explicar que llegó escapándose de algo tenebroso en la oscuridad.
“¿Por qué no vamos y lo vemos juntos? Estoy segura de que no habrá nada tan tenebroso ahí fuera”. Kara tomó un farol y se ofreció a llevar a Senöki en brazos. Él no quería volver a salir, pero se sentía mucho mejor con la duende amistosa.
Con la luz del farol, todo se veía diferente. El sonido del golpe que le daba miedo era una puerta floja y las ramas que se movían eran, en realidad, un reno. Senöki se sentía avergonzado, pero Kara rio.
“Está bien tener miedo a los ruidos extraños, solo recuerda que provienen de cosas conocidas. ¿Sabes qué? Me quedaré despierta contigo esta noche y te ayudaré a volver a casa con tu familia en la mañana”.
Senöki se puso feliz de quedarse en la cabaña de Kara esa noche y hasta tuvo el valor de hacerle todo tipo de preguntas sobre las lechuzas estelares. Se quedaron despiertos toda la noche hablando y disfrutando de la compañía mutua.
Cuando el sol apenas comenzaba a mostrarse a la mañana, Senöki estaba tan exhausto que se quedó dormido. Kara sonrió y sacó sus herramientas, se preparaba para trabajar con Alegría. Poco tiempo después, despertó al pequeño búho con una sorpresa. “Yo también le tenía miedo a la oscuridad, ¡pero encontré algo que me ayudó!”.
Sacó un muñequito de peluche con forma de duende, del tamaño perfecto para que el búho se acurruque con él.
“Como lo hice con amor, puedes abrazarte a este muñeco cuando afuera esté oscuro y tenebroso, y nunca estarás totalmente solo”.
Kara acompañó a Senöki hasta el árbol de su familia, que se puso contentísima de verlo a Salvo.
La próxima vez que la familia de Senöki se fue a trabajar, él se abrazó al muñeco y tuvo sueños felices en los que crecía y volaba con ellos. ¡Las sombras afuera ya no eran tan tenebrosas!
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