El travieso niño
Un día, cinco duendes disfrutaban de un picnic a las afueras de la aldea de Santa, cuando de pronto un fuerte viento del norte los hizo volar por los aires.
El primer duende, Retki, encontró el camino a casa siguiendo una estrella roja en el horizonte.
La segunda fue Kyoki, enviada a casa por correo.
La tercera, Kara, llegó a casa montada en una cebra voladora.
La cuarta, Tarina, cayó en la entrada de una lejana casa en la cima de una montaña. Al no atreverse a llamar a la puerta, prefirió mirar por las ventanas. Cuando vio el cuarto de un niño, pensó que se había salvado. "¡Solo debo esperar a que Santa venga a dejarle sus juguetes, y podrá llevarme de vuelta a casa!". Desafortunadamente, al observar de una ventana a otra, encontró al dueño de la habitación muy ocupado, ¡cortando las cortinas de la sala! En ese momento se dio cuenta de que había aterrizado en la casa de un niño travieso.
Sabiendo que los duendes buenos solo van a las casas en áreas remotas una vez al mes para intentar corregir el comportamiento de los niños traviesos, Tarina decidió encubrir las travesuras del pequeño para que pudiera entrar a la lista de buenos de Santa. Durante varios días lavó las paredes después de que él dibujaba sobre ellas. Levantó los cojines de los sillones que lanzaba al suelo, y recuperó todos los objetos que ataba a la cola de su gato. Cansada, la duende supo que tenía que cambiar de estrategia.
Al llegar la noche, comenzó a leerle cuentos navideños al pequeño mientras dormía. Poco a poco, noche tras noche, la magia de la Navidad se abrió paso en su mente. Aprendió sobre la valentía de los renos, la devoción de los duendes, la generosidad de la señora Claus, y lo más importante de todo: la amabilidad que Santa les muestra a todos los niños del mundo. Durante el día, el pequiño comenzó a remplazar sus travesuras con actos amables. Acariciaba a su gato, limpiaba su habitación y obedecía a sus padres.
Cuando llegó Nochebuena, el trineo de Santa (jalado por sus renos y una cebra) aterrizó en el techo de la casa. ¡La pequeña duende lo había conseguido! Gracias a las acciones del niño, ella pudo volver a casa. Y él también fue recompensado, ¡con un hermoso y bien merecido regalo de Santa!
El regalo de Navidad de Tarina fue regresar a casa con sus amigos y poder dormir de nuevo en su cama. Al meterse bajo las sábanas, se preocupo por Makea, que no había vuelto a casa. "¿Por qué estará tardando tanto?", se preguntó algo preocupada.